Los vestidos de las princesas de Europa
Érase una vez..., los vestidos más emblemáticos de las princesas de Europa
El coche oficial se acerca a la puerta de la iglesia, quedan pocos minutos para que empiece la ceremonia y a través de la ventanilla se pueden apreciar los primeros detalles del estilismo de la princesa: el velo, las joyas y el maquillaje. Éste es uno de los momentos más mágicos y esperados de los enlaces reales; cuando se descubre el vestido de novia y el boceto del mismo, que lleva meses apareciendo en los medios, se hace realidad.
Cuando hablamos de bodas reales la primera pregunta y la que más revuelo crea es la de: ¿Qué diseñador tendrá el honor de vestir a la princesa? Siempre hay rumores y especulaciones acerca de cómo será el vestido, quién lo diseñará y con qué lo complementará la novia. En la mayoría de los casos no es hasta el día de la ceremonia cuando se destapa la incógnita. Éste es uno de los momentos con más trascendencia de la boda: cuando la novia sale del coche oficial y el público puede admirar, por primera vez, con detalle su vestido y se desvela el artífice del mismo. En la mayoría de los casos se suele elegir a un diseñador nacional: Kate Middleton se casó en 2011 con el Príncipe Guillermo de Cambridge, vestida por la firma británica Alexander McQueen y el diseño fue obra de su directora creativa, Sarah Burton. El diseñador danés Uffe Frank fue el autor del espectacular vestido de la Princesa Mary Donaldson, para el que necesitó 8 metros de encaje y 24 de satén. Y el modisto español, Manuel Pertegaz, recibió el trabajo más importante de su carrera cuando la ahora Reina de España le encargó su vestido de novia. Hay princesas que también apuestan por una firma de renombre para la ocasión, como es el caso de Máxima de Holanda, Madeleine de Suecia y Charlene Wittstock; las tres se decantaron por una casa italiana. En Stylight.es hemos recogido los vestidos de novia más emblemáticos que han lucido las princesas europeas en los últimos tiempos.
El legado Real
Un enlace real supone la unión de diferentes dinastías y generaciones que se hacen presentes a través de las joyas de la novia y su indumentaria, éstas despiertan los orígenes y las raíces familiares. Victoria de Suecia lució la espectacular Diadema de los Siete Camafeos con la que se casó su madre; la tiara que llevó Stéphanie de Luxemburgo es una reliquia familiar y con ella también se casaron sus hermanas y cuñadas el día de su boda; y Mette-Marit lució la misma tiara que el Rey Harald V le regaló a la Reina Silvia en 1910. Charlene de Mónaco es la única que no llevó una tiara el día de su boda, algo propio de la dinastía Grimaldi, en su lugar llevó un broche floral de diamantes que le cedió Carolina de Mónaco.
Tendencias: La importancia de los pequeños detalles
Uno de los elementos más importantes del vestido y por el que la novia suele ser recordada es su cola: ésta no solo lo complementa, sino que también se debe adaptar a la localización del enlace y exigencias de la novia. La cola real más extensa, hasta el momento, ha sido la de Charlene de Mónaco; medía 20 metros y en ella se fusionaba la tela del vestido con la seda del velo, algo que le impedía andar con naturalidad y que el público pudo apreciar.
Cabe destacar que ninguna de las 10 novias que aparecen en este compendio lució un vestido con escote en palabra de honor y la mayoría utilizaron detalles elaborados con encaje y bordados para caracterizar el vestido. Mientras que a principios del año 2000 se ponía toda la atención en el escote y ahí es donde residía el elemento sorpresa del diseño.
Cuando hablamos de bodas reales, hay que tener presente que se tratan de enlaces religiosos, por lo tanto el diseñador debe adaptar su creación a las exigencias que marca el protocolo. Los brazos deben aparecer cubiertos y el escote no puede ser muy exagerado ni provocativo. Los diseñadores tienen que adaptar su creatividad a las temporadas y exclusivas localizaciones donde se celebran los enlaces. Como es el caso de la boda de Mathilde de Bélgica, que decidió casarse en el mes de diciembre de 1999 y por ello el diseñador belga Edouard Vermeulen complementó el sencillo vestido con una elegante capa.